Entradas

Prólogo.

Todos estaban nerviosos. La novia no llegaba, el novio estaba comiéndose las uñas y los familiares empezaban a preocuparse. El novio contemplaba una y otra vez la puerta de la iglesia temiendo lo peor. ¿A caso la novia le había dejado plantado después de todo? Y ella, ella miraba al novio de una manera en la que nunca había sido visto, le brindaba las más sinceras sonrisas que ella podía darle en aquellos momentos. Intentaba ser fuerte, intentaba aparentar que aquella boda no le importaba nada. Después de todo, aún no había dejado de amarlo. La canción nupcial empezó a sonar haciendo que todos los invitados se levantasen de los bancos, la novia empezó a caminar hacia el altar, siendo contemplada por todos los familiares, amigos… y teniendo la vista de él encima suyo. Porque después de todo ¿que era ella de ellos? ¿la amiga, la ex, la dama de honor? Porque sí, para colmo ella tenía que ser la dama de honor de la novia. Y allí estaba la novia, plantada en el altar al lado de

La taza rota de Katherina.

Con una perfecta invitación entre sus manos, sabía que todo lo que había entre ellos dos había acabado, que él había tomado una decisión y no la había escogido a ella. ¿Qué podía esperar? Él solo la veía como una amiga después de todo lo que pasaron. ¿Qué más podía esperar? El solo la veía como una amiga después de todo. Tan solo faltaba dos meses para el gran evento del año como toda la prensa solía decir. Y ella, no quería ver como la otra había ganado.